martes, 29 de septiembre de 2015

Eclipse de Superluna 2015: Diario de un eclipse

ENÉSIMAS NUEVAS
Alexis Pardillos

 

Eclipse parcial, 9 minutos después de su comienzo / Foto: A. Pardillos
 
Ansiaba el momento de que llegara el eclipse. Una vez más íbamos a poder admirar uno de esos fenómenos de la naturaleza que impresionan nuestra existencia y que, de algún modo, empequeñecen aun más al ser humano, inmerso, como una mota de polvo, en el más  absoluto y profundo espacio cósmico.
Los eclipses de luna se originan por un fenómeno que se produce cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna. Para que este hecho suceda tienen que estar los tres astros alineados, o muy cerca a estarlo, Sol, Tierra y Luna, de otro modo no se bloquearían los rayos solares que llegan a nuestro querido satélite. Este tipo de alineación de tres astros se denomina, en astronomía, sicigia.
 
Esquema eclipse lunar / Imagen: BBC
 
Además, en esta última ocasión, el eclipse se producía cuando la luna se encontraba en su perigeo, es decir, en su punto más cercano a nuestro planeta, dentro de su elipsoidal órbita a nuestro alrededor, y en una impresionante fase de luna llena, cuya visión, por si sola, merece el nombre de Superluna que, allá por los años 80, el astrólogo Richar Dolle, adjudicó a este fenómeno. Es en este momento cuando la distancia del satélite a nuestro planeta alcanza los 384.500 kms.
 
Superluna del 28/09/2015, 00:49 h. U.T. (Universal Time) iniciado eclipse penumbral
Foto: A. Pardillos
 
Y no es muy común que suceda un eclipse lunar con esta Superluna. Desde 1910 se ha producido este acontecimiento solo en seis ocasiones, en ese mismo año 1910, en 1928, 1946, 1964, 1982 y este de septiembre de 2015. Es decir seis veces en ciento cinco años.
Imagino que no sería el único impaciente por la llegada de esta proeza, que en sí misma, llevaba marcada la señal del misterio y la profecía. Este eclipse, el cuarto de la saga, venía a finalizar la denominada Tétrada de las Lunas de Sangre, cuarteto de eclipses lunares, de características similares a este último que se incluye entre los cuatro, que se han venido producir en los dos últimos años, de este modo:

          15 de abril de 2014
           8 de octubre de 2014
           4 de abril de 2015
          28 de septiembre de 2015

Al no caer los rayos del sol directamente sobre la luna, su superficie se ve iluminada por rayos más leves reflejados por la atmósfera terrestre.
La luz azul se dispersa en la atmósfera y la roja se curva alrededor de la superficie terrestre e ilumina nuestro satélite, quedando ensombrecido éste por un manto de color rojizo, por lo que el fenómeno recibe el inquietante nombre de Luna de Sangre.

Los eclipses se suceden dentro de periodos astronómicos denominados saros. Un saro corresponde a 223 ciclos lunares o, lo que es lo mismo, a aproximadamente  18 años y 10 días. Sorprendentemente, y he ahí la inmensa y mágica matemática del Universo, dentro de un saro se suceden siempre y aproximadamente el mismo número de eclipses, tanto de luna, como de sol. Así pues, dentro de este espacio de tiempo cósmico se producen un total de 84 eclipses, 42 solares y 42 lunares, de media, durante 54 años, aunque las irregularidades del movimiento de la orbita lunar propicie variaciones fuera de ese periodo, pudiendo existir saros ricos, de 94 eclipses, o saros pobres, de 78. En la actualidad nos encontramos en el Saro 137 y este eclipse ha sido el 28 de los 81 que se prevén para el mismo.
Ya era la madrugada del lunes 28 de septiembre de 2015. A medida que había ido pasando la tarde del domingo, el cielo se había ido despejando de todos esas nubes y claros que nos habían acompañado desde por la mañana en Rivas-Vaciamadrid, Madrid, España.
La previsión del Real Instituto y Observatorio de la Marina en San Fernando, establecía el siguiente horario para la efeméride, en U.T. (Universal Time),

 

A parte del maravilloso espectáculo que el evento iba a propiciar a nuestras retinas y a nuestro espíritu, debía intentar dejar plasmado el mismo, habiendo para ello ideado en el pasado un pequeño ingenio con gomas que permite adaptar el móvil a mis prismáticos 15x70, y que en esta ocasión, iba a poner a prueba con un acontecimiento astronómico de estas características. El resultado, mientras la capacidad del aparato fue correcta, fue bastante positivo, como podrán comprobar, debiendo matizar que casi todas las imágenes han sido retocadas, en cierta forma, y las dos últimas son un diseño de composiciones por capas, aunque con las sombras reales por supuesto, ya que la calidad de la cámara del móvil comenzaba a fallar a medida que la luminosidad de la esfera lunar se iba reduciendo.
 
Imagen a la 1:03 h. U.T. , poco antes del comienzo de la fase parcial
Foto: A. Pardillos
 
Imagen a la 1:11 h. U.T. comenzada la fase parcial
Foto: A. Pardillos
 
Imagen a la 1:15 h. U.T. / Foto:  A. Pardillos
 
Imagen a la 1:35 h. U.T. Composición por capas / A. Pardillos
 
Imagen a la 1:38 h. U.T. Composición por capas / A. Pardillos
Hasta aquí alcancé a retratar con mi móvil esta efeméride astronómica. Como decía, a medida que la luz se reducía comenzaba el aparato a presentar problemas, llegando, a partir del momento en que estaba la sombra por la mitad de la superficie lunar, a disminuir inmensamente la imagen que se obtenía ampliada desde los prismáticos. Sin duda alguna un problema en la configuración óptica de la cámara.
No obstante, hasta ese momento, el resultado me parece fantástico, para los medios disponibles. Un auténtico digiscoping lunar.
Poco a poco la sombra iba inundando la superficie de nuestro satélite, hasta, aproximadamente a las 4.11 h. peninsular, quedar completamente cubierto  por un manto oscuro, pero que dejaba perfilar en su seno los detalles de aquella cercana Superluna.
La noche quedó ciertamente lúgubre, extraña, envuelta en un halo de misterio y desazón, por el desconcertante presagio que el eclipse arrastraba, que dejaba la atmósfera impregnada en un mágico tono carmín.
El evento pudo ser observado en todo el continente americano, Europa, África, el Oeste de Asia y el este del Pacífico.
Mapa de visibilidad del eclipse proporcionado por el Observatorio de San Fernando
Y ahí queda, en nuestra memoria, en nuestro recuerdo, esta noche que fue mágica, y que quedó ensombrecida por el emocionante efecto cósmico y lumínico de nuestro planeta interfiriendo los destellos estelares del Sol, robándole la luz a nuestra pequeña compañera Luna.
Parece que no será hasta el año 2.033 cuando podamos observar un fenómeno de las mismas características, con una Superluna. Aunque solo será visible en algunas zonas del Pacífico. Así pues, hemos cumplido nuestro objetivo. O quizás, por aquellos tiempos, ya próximos a la jubilación, nos hallemos por aquellos lares, realizando prospecciones para aquellos años venideros y gozosos de nuestra vida.
Espero que todos podamos llegar a vivirlo.

 
 
 
 

 
 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Homo naledi, nueva especie homínida en Sudáfrica

ENÉSIMAS NUEVAS.
Alexis Pardillos.
Fuentes: eLife, El País


Homo naledi, partes de cráneo y mandíbula. Imagen: Estudio Lee G. Berger

Cada cierto tiempo se vienen realizando descubrimientos paleoantropológicos que vienen a cubrir vacíos en cuanto a nuestro conocimiento sobre la línea de la evolución humana, enriqueciendo la sabiduría sobre nuestros ancestros más remotos. En esta ocasión, es posible que se haya encontrado el eslabón entre el género Australopithecus y el género Homo,  aunque el hallazgo suscita, a su vez, tanto interés como polémica.
Una vez más, en Sudáfrica, es donde se han encontrado los restos de al menos unos quince individuos entre adultos, ancianos y niños, en la Rising Star cave de la provincia de Gauteng, amontonados en una sima de extraordinario y difícil acceso.
Los 1500 huesos hallados revelan, no solo que fueron allí cuidadosamente acumulados con delicadeza extrema, en lo que podría ser el primer ritual funerario hasta ahora conocido, sino que además muchas de aquellas piezas no corresponden a ningún otro espécimen conocido hasta la fecha.
Homo naledi, composición esqueleto. Imagen: Estudio Lee G. Berger
Así pues, se constituye una nueva especie dentro del árbol evolutivo de nuestra especie, que se ha venido a denominar Homo naledi. El término, naledi,  proviene de la lengua local sesotho y quiere decir “Estrella”.
Cuando Lee G. Berger, explorador y antropólogo norteamericano, encontró el yacimiento, buscó por las redes sociales candidatos arqueólogos y antropólogos de pequeñas dimensiones y sin claustrofobia que pudieran ayudarle. Aquella exigencia venía impuesta por la difícil accesibilidad para, tras solventar diversos recovecos,  llegar hasta el lugar del enterramiento.
Solo de esta manera ha sido posible extraer con delicadeza los restos para su investigación, en lo que se ha venido a convertir en la mayor acumulación de restos homínidos en un solo lugar de todo el continente africano, siendo de las más grandes del mundo.
Para llegar hasta el emplazamiento hay que recorrer 80 metros de oscura gruta, subir una pared y escurrirse por una grieta, estructura que los descubridores equiparan con la de un buzón de correos. Además, no hay señales de traumatismos ni mordiscos en los huesos que delaten que fueron arrojados al vacío o devorados por alguna fiera o por canibalismo.
 
Estructura de la Rising Star Cave. Imagen: Grafika24
Así pues, a pesar de la dificultad de acceso a la ubicación, los cuerpos parece que fueron cuidadosamente depositados en lo que supondría uno de los primeros rituales funerarios constatados hasta la fecha, todo ello a la espera de los resultados que se desprendan de las pruebas de datación de los huesos, algunos de los cuales, al contrario que otras muestras, no presentaban señales de fosilización.
Los profesores del CSIC y del MNCN,  Marcus Bastir y Daniel García Martínez, han trabajado en el proyecto analizando el tórax y reconstruyendo en 3D toda la estructura torácica partiendo de las costillas y las vertebras encontradas. Según los científicos la especie tenía un tronco y una columna vertebral muy primitiva, como la de los australopitecos. Además el primer metacarpo presenta una curvatura, adaptación surgida en sus ancestros para trepar por los árboles, presente en los chimpancés y en los primeros australopitecos.
 
Comparación de los metacarpos de naledi con el de un chimpancé. Imagen: Estudio Lee G. Berger 
Aunque con un toro supraorbital bien definido, disparidades dentales y una menor capacidad cerebral terminan por definir H. naledi como una nueva especie del género Homo, al diferir de todas las especies conocidas hasta la fecha.
Por la morfología de la especie y según los expertos responsables del hallazgo, Homo naledi, se situaría entre el género Australopithecus y las especies plenamente homínidas como el Homo habilis o el Homo erectus. Así pues, su existencia podría enmascarar el auténtico eslabón perdido entre los australopitecos y aquellos, hasta ahora, primeros homínidos.
El género australopiteco derivó de los ardipitecos, una de las ramas primigenias que fue separándose del mundo de los chimpancés, para, como es ampliamente aceptado, dar origen, por evolución, al género Homo. Los restos de aquellos fósiles (ardipitecos y primeros australopitecos) datan de entre unos 4,5 y 4,2 millones de años. De este modo los expertos estiman que Homo naledi podría haber surgido de aquellos australopitecos hace al menos 2 millones de años.
Los restos más antiguos hallados de una especie divergente de los chimpancés con más parecido al género homínido pertenecen al individuo Toumaï, Sahelanthropus tchadensis, descubiertos en el desierto de Djurab, en el Norte de Chad, en 2001, y cuya datación fue establecida entre 6 y 7 millones de años.
El estudio, publicado la semana pasada en la revista científica eLife, cuenta con la participación de la Universidad Autónoma de Madrid, entre muchas otras de todo el mundo.
 
Homo naledi, pie. Imagen: Estudio Lee G. Berger
No obstante, existen voces discordantes y agoreras que, profundamente escépticas, interpelan por los resultados de las dataciones de naledi, no descartando una edad más bien joven para los huesos, no más de 100.000 años.
En ese caso nos encontraríamos ante una especie que habría vivido hace relativamente muy poco y que habría quedado extinta sin dar tiempo a modificaciones. Tal y como fue el caso del Homo Floresiensis hallado en la isla de Java, en Indonesia. No pudiendo, de este modo, haber sido ascendentes de nuestra especie humana.
Según Juan Luis Arsuaga, eminente paleoantropólogo español, codirector del proyecto Atapuerca, el descubrimiento resulta "asombroso", aunque piensa que en el pasado pudiera existir otra apertura en la cueva que facilitara la llegada hasta el acceso, tal y como manifiesta a El País.
Así pues, deberemos estar muy atentos a los resultados de todas aquellas pruebas científicas para conocer la datación aproximada de los restos y saber en qué dirección enfocar los orígenes de esta nueva especie del género homínido. Desde Enésima Centuria seguiremos informando.

 
 





 

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Descubierto un "delfín de río" fósil en rocas marinas de Panamá


ENÉSIMAS NUEVAS
Alexis Pardillos
Fuentes: SINC, PeerJ
 
Foto: Nicholas D. Pyenson / Smthsonian Institution


Encontrados en Panamá los restos de un delfín de río, ya extinguido, que podría facilitar el conocimiento de la evolución de estos mamíferos acuáticos.

Las muestras, con una antigüedad de unos seis millones de años corresponden a la que se ha venido a denominar Isthminia panamensis, una especie que vendría a rellenar, según científicos del Instituto Smithsonian , en E.E.U.U., algunos vacíos en el árbol evolutivo de los delfines.
 
Recreación de Isthminia panamensis / Julia Molnar / Smithsonian Institution

Los restos fósiles, consistentes en el cráneo, la mandíbula con la dentadura casi completa, parte del omoplato derecho y un par de huesos de la aleta, evidencian un majestuoso ejemplar de unos tres metros de longitud que murió cerca de las costas de Piña, en la actual República de Panamá.

Parece ser que los delfines provienen del Mesonyx, género de mamíferos cordados prehistóricos, ya que poseían dedos con pezuña en lugar de garras, perteneciente a la familia Mesonychidae, orden Mesonychia.  No obstante existen divergencias en cuanto al origen de este grupo de mamíferos acuáticos.
Mesonyx / Imagen: Tardiscat 
Aquel Mesonyx vivió aproximadamente hace entre unos 95 y 52 millones de años, durante el Eoceno, en el hemisferio septentrional, donde era un rápido y voraz depredador.

La especie comenzó a acercarse al agua para cazar y acabó adaptándose, así, a la vida en este fluido. Empezó, de este modo, el cambio evolutivo que dio lugar a los actuales delfines.

Con el tiempo, el Mesonyx perdería su pelaje. Sus patas delanteras se retraerían para ser usadas como remos y las traseras se atrofiarían. Las fosas nasales irían desplazándose a la parte superior de la cabeza, para poder respirar sin salir del agua  y las mandíbulas dentadas se afilarían cada vez más para propiciar mortales mordeduras a sus presas.
Gráfico que mostraría la evolución del Mesonyx hasta el Delfín


Según indican los científicos del Smithsonian, si bien ballenas y delfines provienen de ancestros terrestres que evolucionaron en mamíferos acuáticos, los delfines de río hicieron un camino inverso al volver de la tierra a ecosistemas de agua dulce, a la vez que aseveraron que Isthminia sería el pariente más cercano de los delfines del rio Amazonas.

Dentro del mundo de los  delfines es interesante señalar la diferencia entre los delfines oceánicos (familia Delphinidea) y los delfines de río (familia Platanistoidea), ambos grupos Cetáceos Odontocetos pero de familias diferentes.

La familia de los delfines de río está compuesta en la actualidad solo por cuatro especies, una de ellas probablemente ya extinguida, conociéndose mucha más variedad en el mundo fósil.

Y  es a esta última familia de delfines de río a la que, por sus características, pertenecería esta nueva especie descubierta en Panamá, cuyo hallazgo, entre rocas de origen marino, revelaría su hábitat  oceánico, donde parece que ya desarrollaba su vida aquel maravilloso delfín.