Alexis Pardillos.
Fuentes: eLife, El País
Homo naledi, partes de cráneo y mandíbula. Imagen: Estudio Lee G. Berger
Cada cierto tiempo se vienen
realizando descubrimientos paleoantropológicos que vienen a cubrir
vacíos en cuanto a nuestro conocimiento sobre la línea de la evolución humana,
enriqueciendo la sabiduría sobre nuestros ancestros más remotos. En esta
ocasión, es posible que se haya encontrado el eslabón entre el género Australopithecus y el género Homo, aunque el hallazgo suscita, a su vez, tanto
interés como polémica.
Una vez más, en Sudáfrica, es
donde se han encontrado los restos de al menos unos quince individuos entre
adultos, ancianos y niños, en la Rising Star cave
de la provincia de Gauteng, amontonados en una sima de extraordinario y difícil
acceso.
Los 1500 huesos hallados revelan, no solo que fueron allí
cuidadosamente acumulados con delicadeza extrema, en lo que podría ser el
primer ritual funerario hasta ahora conocido, sino que además muchas de
aquellas piezas no corresponden a ningún otro espécimen conocido hasta la
fecha.
Homo naledi, composición esqueleto. Imagen: Estudio Lee G. Berger
Así pues, se constituye una nueva
especie dentro del árbol evolutivo de nuestra especie, que se ha venido a
denominar Homo naledi. El término, naledi, proviene de la lengua local sesotho y quiere decir “Estrella”.
Cuando Lee G. Berger, explorador y antropólogo norteamericano, encontró el
yacimiento, buscó por las redes sociales candidatos arqueólogos y antropólogos
de pequeñas dimensiones y sin claustrofobia que pudieran ayudarle. Aquella
exigencia venía impuesta por la difícil accesibilidad para, tras solventar
diversos recovecos, llegar hasta el
lugar del enterramiento.
Solo de esta manera ha sido
posible extraer con delicadeza los restos para su investigación, en lo que se
ha venido a convertir en la mayor acumulación de restos homínidos en un solo
lugar de todo el continente africano, siendo de las más grandes del mundo.
Para llegar hasta el
emplazamiento hay que recorrer 80 metros de oscura gruta, subir una pared y
escurrirse por una grieta, estructura que los descubridores equiparan con la de
un buzón de correos. Además, no hay señales de traumatismos ni mordiscos en los huesos que
delaten que fueron arrojados al vacío o devorados por alguna fiera o por
canibalismo.
Estructura de la Rising Star Cave. Imagen: Grafika24
Así pues, a pesar de la dificultad de
acceso a la ubicación, los cuerpos parece que fueron cuidadosamente depositados
en lo que supondría uno de los primeros rituales funerarios constatados hasta
la fecha, todo ello a la espera de los resultados que se desprendan de las pruebas de
datación de los huesos, algunos de los cuales, al contrario que otras muestras,
no presentaban señales de fosilización.
Los profesores del CSIC y del MNCN, Marcus Bastir y Daniel García Martínez, han
trabajado en el proyecto analizando el tórax y reconstruyendo en 3D toda la
estructura torácica partiendo de las costillas y las vertebras encontradas.
Según los científicos la especie tenía un tronco y una columna vertebral muy
primitiva, como la de los australopitecos. Además el primer metacarpo presenta
una curvatura, adaptación surgida en sus ancestros para trepar por los árboles,
presente en los chimpancés y en los primeros australopitecos.
Comparación de los metacarpos de naledi con el de un chimpancé. Imagen: Estudio Lee G. Berger
Aunque con un toro supraorbital bien definido, disparidades dentales y una menor capacidad cerebral terminan por definir H.
naledi como una nueva especie del género Homo, al diferir de todas las especies conocidas hasta la fecha.
Por la morfología de la especie y
según los expertos responsables del hallazgo, Homo naledi, se situaría entre el género Australopithecus y las especies plenamente homínidas como el Homo habilis o el Homo erectus. Así pues, su existencia podría enmascarar el auténtico eslabón perdido entre los australopitecos y aquellos, hasta ahora, primeros homínidos.
El género australopiteco derivó
de los ardipitecos, una de las ramas primigenias que fue separándose del mundo
de los chimpancés, para, como es ampliamente aceptado, dar origen, por
evolución, al género Homo. Los restos de aquellos fósiles (ardipitecos y
primeros australopitecos) datan de entre unos 4,5 y 4,2 millones de años. De
este modo los expertos estiman que Homo
naledi podría haber surgido de aquellos australopitecos hace al menos 2
millones de años.
Los restos más
antiguos hallados de una especie divergente de los chimpancés con más parecido al género homínido pertenecen al individuo Toumaï, Sahelanthropus
tchadensis, descubiertos en el desierto de Djurab, en el Norte de Chad, en
2001, y cuya datación fue establecida entre 6 y 7 millones de años.
El estudio, publicado la semana pasada en la revista científica eLife, cuenta con la participación de la Universidad Autónoma de Madrid, entre muchas otras de todo el mundo.
Homo naledi, pie. Imagen: Estudio Lee G. Berger
No obstante, existen voces
discordantes y agoreras que, profundamente escépticas, interpelan
por los resultados de las dataciones de naledi,
no descartando una edad más bien joven para los huesos, no más de 100.000 años.
En ese caso nos encontraríamos ante una especie que habría vivido hace relativamente
muy poco y que habría quedado extinta sin dar tiempo a modificaciones. Tal y como fue
el caso del Homo Floresiensis hallado
en la isla de Java, en Indonesia. No pudiendo, de este modo, haber sido
ascendentes de nuestra especie humana.
Según Juan Luis Arsuaga, eminente paleoantropólogo español, codirector del proyecto Atapuerca, el descubrimiento resulta "asombroso", aunque piensa que en el pasado pudiera existir otra apertura en la cueva que facilitara la llegada hasta el acceso, tal y como manifiesta a El País.
Así pues, deberemos estar muy
atentos a los resultados de todas aquellas pruebas científicas para conocer la
datación aproximada de los restos y saber en qué dirección enfocar los orígenes
de esta nueva especie del género homínido. Desde Enésima Centuria seguiremos informando.
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